martes, 15 de abril de 2014

La muerte se impone

Así es, día tras día podemos comprobar como la muerte deja su huella. 

Familias enteras quedan destrozadas por la marcha de ese ser querido. Una marcha a veces previsible, otras repentina. Dolorosa igualmente.

Cuando le toca al prójimo sentimos lástima pero, cuando nos atañe... ¿qué sentimos? Yo desgraciadamente perdí a mi padre el 10 de septiembre de 2012 de forma inesperada. En tres días se fue tras una vida llena de salud y lo peor de todo es que se fue por una sucesión de malas actuaciones médicas. 

Ese hecho me dejó paralizada. Algo que yo jamás iba a imaginar que pasara en ese momento. Lo recuerdo todo perfectamente. Cómo sucedió, todos los detalles de esos 3 días,  conversaciones enteras e incluso la ropa que llevaba. Es increíble como la mente humana guarda esa serie de datos,  algunos innecesarios, para crear la historia de lo sucedido.

Un shock. Como ya he dicho, algo que oía,  pero no pensaba que le iba a pasar a mi padre. De repente, tras una vida llena de trabajo, cuando más estaba disfrutando, dejó de existir. 

En este caso, la muerte se impuso. Sin temerla en ningún momento,  sin verla venir. Vino.

Con ese dolor tan grande, con ese vacío, tenía un motivo de alegría y es que llevaba dentro de mi a Álex. Estaba embarazada de 6 meses y medio. Él me hizo afrontar su pérdida de otra manera. 

Pero, la muerte se impuso de nuevo. Esta vez se llevó a Álex. Madita muerte, que me quitó en tres meses a mi padre y a mi hijo. ¿Por qué? ¿Tan mal se había portado mi familia para tener esos castigos? ¿No se supone que si eres bueno recoges cosas buenas? pues no... está claro que no. La muerte llega a todos. Buenos y malos.

Esto pone de manifiesto lo que todos decimos en estas ocasiones pero se nos olvida en el día a día.  Que tenemos que aprovechar cada momento,  vivir intensamente e intentar ser feliz porque todos tenemos un final y no sabemos cuando llegará. 

Es muy triste pensar que puedan morir las personas que quieres o que incluso tú mismo puedas morir; pero así es.  Vivimos para sufrir la pérdida de quienes amamos. 

La pregunta es ¿Si yo muriera hoy, estaría orgullosa de lo hecho en vida? ¿Moriría en paz? Una cosa tengo clara, espero no morir todavía pero, cuando llegue el momento, no estaré sola. En la Tierra dejaré mucha gente que me ama y en el Cielo estarán mi hijo y mi padre para recibirme.

Mientras tanto, seguiré viviendo, intentando ser feliz con lo que tengo y asumiendo lo que me falta. 

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